viernes, 29 de agosto de 2014

Voz



El sonido de unos tacones al caminar desvió la atención de Dael Firely quien examinaba minuciosamente unos mapas de Rubí y Diamante, habían pasado varias horas desde que había arribado a aquella base militar abandonada. La mujer, aquella orgullosa y sensual dama, lo había citado hacia meses atrás con el propósito de discutir la continuidad de la guerra. Sobre su dedo sujetaba un anillo de cristal, muchos años antes, la muchacha que había logrado robarle la respiración se lo obsequió tras una fogosa noche que cambiaría el curso de la historia.

El hombre de espalda ancha, ojos intensos color avellana, cabello marrón oscuro, muy corto, una sonrisa brillante que formaba unos hoyuelos exóticos. Su rasgo más notorio eran sus pestañas, muy largas a decir verdad, las cuales otorgaban un marco ideal para sus redondos ojos. Tenía una barba pequeña en forma de candado y una nariz larga pero que encajaba perfectamente en su cara, sólo Dael podía lograr aquello. Su ropa siempre era de guerra, borceguíes negros con punta de metal, una campera bordo que cargaba por debajo un chaleco antibalas, en los pantalones también tenían distintos tipos de protecciones firmes y casi se podría decir inquebrantables. A veces solían llamarlos “robots” a los soldados de Rubí, es bastante difícil, por no decir imposible, encontrar un punto débil con aquel tipo de “armadura”.

-Es increíbles que aún temas de mí, Dael.- La voz de una mujer hace aparición en aquel sucio lugar, inhóspito y deshabitado de carbones, probablemente por su cercanía a zonas de residuos nucleares. Los carteles de “PELIGRO” a lo largo de todo el camino hacía aquel lugar demostraban el riesgo que corría Dael y sus soldados.- Creo que te he demostrado varias veces mi lealtad hacia ti.

- ¡Vamos! Muéstrate para mí, todavía no puedo olvidar tu rostro- La voz de Dael era tan grave que podría hacer vibrar los pocos vidrios de las ventanas, se volvió a escuchar los tacones, primero lentos y después parecían entrar en un frenesí ilusorio. Necesitaba verla, necesitaba su olor, su sabor, su calor, aquella mujer se había convertido en su peor síndrome de abstinencia.

- Mucha gente.- Se limito a decir, intentaba sonar no tan deseosa, no tan inquieta pero Dael podía escuchar sus golpecitos al suelo, incluso el líder creyó percibir la respiración de la bella dama muy cerca de él.- Prefiero que no sepan quien está detrás de la voz.

Historia de las cuatro guerras: Rubí de fuego

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